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Bottesini y su Testore

16-12-2021 a les 22:27:00, No hi ha comentaris
Giovanni Bottesini es una figura clave en el desarrollo del contrabajo durante el siglo XIX. Como Paganini en el violín, Pau Casals en el cello o Charlie Parker en el saxo, Jaco Pastorius en el bajo eléctrico... Todos los instrumentos han tenido en diferentes estilos y épocas, personajes que han sido, sin desmerecer el importante trabajo de otros, un antes y un después en su historia propia. Bottesini es, en el universo del contrabajo "clásico" , ese personaje que lo encumbra y lo transporta a cotas de virtuosismo no vinculadas con el instrumento hasta la fecha por el gran público.
Pero además era un buen y prolífico compositor y director de orquesta, con lo que el espectáculo estaba servido. Él escribía su propia música, como no podía ser de otra forma tratándose de un virtuoso tan especial. En los interludios de las óperas que él mismo dirigía, Bottesini sacaba el contrabajo y entretenía al público con bellas y complejas melodías y enrevesados divertimentos musicales que hacían las delicias del público, ya que conocía a la perfección las maneras del drama y el lenguaje del bel canto.
Giovanni Bottesini fue acompañado durante su carrera, como no podía ser de otra manera, por un instrumento magnífico.
Se trata de un contrabajo construido durante la primera mitad del siglo XVIII por la familia Testore. Es un instrumento de tamaño entero, tipicamente italiano en sus formas, con puntas, tapa de pino y fondo y aros de frutal, tal vez cerezo o limonero.
Los Testore eran una familia notable de constructores, afincados en Milán. Tenían taller en la Vía Larga, dónde solían instalarse todos los artesanos constructores de instrumentos de la ciudad, a pocos pasos del Duomo.

Via Larga, Milán.

Carlo Giuseppe Testore es quien inicia la saga a finales del siglo XVII. Nacido en Novara, se traslada más tarde a Milán y aprende el oficio en el seno de la familia Grancino, otra celebérrima y longeva saga de lutieres. En seguida se especializó en instrumentos de factura limpia y sencilla, basándose en aquellos de su maestro Grancino y posteriormente incorporando elementos de los constructores de Cremona pero siempre buscando características personales, creando sus propios modelos y diseños. Las puntas alargadas, la forma personalísima de las efes, en muchas ocasiones talladas inclinadas, con la parte superior hacia el centro; o la voluta, con una forma que tiende hacia la elipse en ligera diagonal, son trazas características de su estilo.

La típica voluta Testore elíptica.


Le suceden sus dos hijos Carlo Antonio y Paolo Antonio. Estos muestran una inclinación mayor por la simpleza de materiales y la economía en el trabajo, pero manteniendo una calidad excepcional.

Esto los lleva en ocasiones a pintar el filete o marcarlo en la madera, para posteriormente rellenar la línea con algún tipo de pasta o barniz, en lugar de hacer un surco de unos milímetros e incrustar una fina tira de madera bicolor -normalmente formada por al menos tres piezas-, como es lo habitual.
El filete tiene una función estructural, sobre todo en la tapa. Ayuda a prevenir que la madera de abeto se abra con el tiempo por la diferencia de densidad existente entre la fibra oscura y la clara. En el fondo, donde se utiliza otro tipo de madera, con una densidad mucho más regular en todas sus fibras, el riesgo de agrietamiento es mucho menor. Es por eso que los Testore, mostrando una practicidad, conocimiento y saber hacer, incrustaban el filete en la tapa, donde existe mayor riesgo de agrietamiento y lo pintaban en el fondo, para así poder evitar unas cuantas horas de trabajo, abaratando costes sin poner en riesgo la estructura ni la calidad del instrumento.

Fondo de álamo con el filete "marcado"


También acostumbraban a elegir maderas poco vistosas o espectaculares pero perfectamente cortadas y de propiedades óptimas, no por gusto sino simplemente por economía. Estas maderas de aspecto más "sencillo" son a todas luces más baratas, aunque como se ha dicho siempre que estén bien cortadas, pueden tener propiedades acústicas optimas. En general, los Testore muestran, sobre todo Paolo Antonio, una inclinación por el trabajo de factura espontánea y veloz. Dejando aquí y allá marcas de herramientas, irregularidades y algunas "imperfecciones" que confieren a sus instrumentos un carácter y un aura inconfundibles. Probablemente los Testore trabajaban rápido para servir los encargos a precios competitivos, pero siempre conservando una calidad técnica y artesanal de alto nivel. Eran lutieres que fabricaban instrumentos de gran calidad tonal y estaban en contacto directo con los músicos de su época. Satisfaciendo las mayores exigencias, tanto entonces como ahora, siendo instrumentos muy valorados por solistas y virtuosos de todo el mundo.

Etiqueta de Paolo Antonio Testore


El instrumento de Bottesini se ha atribuido a Carlo Giuseppe Testore, ayudado tal vez por su hijo Carlo Antonio, y fue construido hacia la segunda década del siglo XVIII. Aunque a mi siempre me ha parecido más la obra de Paolo Antonio, sobre todo por la asimetría que muestran la disposición de las efes, con una de ellas notablemente inclinada y situada en un plano más alto que la otra. Esta característica es bastante habitual en instrumentos de Paolo Antonio y no tanto en los de sus familiares, incluso diría que inexistente en su padre Carlo Giuseppe. El hecho de que los instrumentos de éste último y los de su hijo mayor Carlo Antonio sean más valorados en el mercado internacional, puede acabar por distorsionar la decisión de la autoria de los instrumentos. Sobre todo teniendo en cuenta que las etiquetas o referencias concretas a los constructores de los instrumentos son escasísimas, siendo finalmente los expertos los que acaban dando su juicio y otorgando la autoría del instrumento a tal lutier.

Joven Bottesini. Pueden apreciarse aquí las estrechas y sinuosas efes típicas de los Testore


Observando las fotografías de Bottesini con su instrumento, tomadas en diferentes épocas de su vida, podemos observar algunos detalles interesantes que nos pueden hacer pensar que el Testore del virtuoso italiano era, a diferencia de lo que se suele decir un instrumento de 4 cuerdas, y que Bottesini lo adaptó a 3 -que era más de su gusto personal-, para la práctica de solista y para hacer honor a su método, aún dedicado al contrabajo de 3 cuerdas.
Hay que explicar, para quien pueda no saberlo, que en época de Bottesini, el contrabajo estaba experimentando una extensión de registro, primero en centro Europa y pronto en todo el continente. Esta extensión era hacia los graves y se trataba de añadir a las 3 cuerdas que eran habituales (sol, re, la) , una cuarta cuerda más gruesa. Las mejoras llevadas a cabo en la elaboración mecánica de las cuerdas entorchadas, permitió fabricar esta cuarta cuerda, con una afinación aceptable y una mejora sustancial en la calidad del sonido que producían. Con lo cual, pronto todos los contrabajos sumarían esta cuarta cuerda. Italia, fue uno de los últimos países en generalizar su incorporación, debido tal vez al conservadurismo típico de sus artistas. La cuestión es que Bottesini tenía sus razones para preferir el contrabajo de 3 cuerdas en lugar de 4 y las explica en su método. Al añadir la cuarta cuerda, los instrumentos perdían parte de su sonoridad y proyección, además de armónicos en todos los registros. Esto es debido a que cada cuerda añade más kilos de presión sobre la tapa, que al final tiene menor capacidad para vibrar y producir sonido.

Bottesini y su Testore años después. Es interesante notar el detalle de la pica torneada en madera. Estas picas no eran regulables y se hacían al tamaño de cada intérprete.


Bottesini pues, prefería el contrabajo de 3 cuerdas porque le permitía cantar más y proyectar el sonido más lejos. Y esto lo sabía de buena tinta, muy probablemente porque encordaba habitualmente su instrumento con 3 ó 4 cuerdas en función del tipo de concierto que tuviera que dar.
No solo daba conciertos como solista, también fue primer contrabajo de sección en varias orquestas. Es precisamente en estas ocasiones cuando Bottesini instalaba la cuarta cuerda, para poder tocar la música orquestal que se estaba escribiendo entonces y que empezaba a incorporar la cuarta cuerda en los contrabajos de manera habitual.
Si nos fijamos en una de las pocas fotografías en las que se ve al Testore ligeramente de costado y un Bottesini maduro, probablemente en la época en la que fue nombrado director del conservatorio de Parma, podemos centrarnos en el detalle del clavijero. Allí claramente se puede observar un cuarto agujero para una clavija que falta. Incluso se intuyen las marcas típicas del tornillo de la clavija.

El detalle de la clavija ausente.


Otro detalle que nos indica que el contrabajo podía ser encordado con 4 cuerdas lo encontramos en la parte inferior, en la pieza del cordal. Allí puede verse claramente en varias fotografías, como la cuerda central surge de un agujero situado ligeramente más abajo que las dos exteriores, cuando lo normal sería que estuvieran en el mismo plano. Esto lo he visto en muchas ocasiones en cordales de contrabajo para 4 cuerdas, que en algún momento se adaptan para montar solo 3. Para hacer esto se utilizan los dos agujeros externos para instalar la primera y la tercera cuerdas y la segunda sale de un nuevo agujero practicado aproximadamente en el eje del cordal pero más abajo del plano de los cuatro agujeros ya existentes. Esto se hace así para evitar que queden tres agujeros demasiado cercanos y uno al lado de el otro y pueda resquebrajarse la madera.

La cuerda central sale de un punto algo más abajo que las dos externas. Además se aprecian claramente los cuatro agujeros típicos.


Por tanto, para mí resulta más que evidente, que el contrabajo de Bottesini estaba preparado para encordar una cuarta cuerda.
Si esto fue hecho por deseo de Bottesini o el instrumento ya era de 4 cuerdas cuando él lo encontró no podemos saberlo. Según Cesare Lisei, amigo íntimo y primer biógrafo de Bottesini, el instrumento era de 3 cuerdas originariamente, y Bottesini lo usa toda la vida en esta configuración. Tras su muerte, son los siguientes dueños los que mandan a modificar el instrumento en la prestigiosa casa Hill de Londres. Pero hay muchas cosas de la historia de Lisei que no cuadran y esta podría muy bien ser otra de ellas.

Cesare Lisei, primer biógrafo.

Cesare Lisei era amigo y admirador de Bottesini. Editor de la casa Ricordi en Londres, escribió unas páginas, a modo de homenaje biográfico, en la Gazetta di Milano en 1886. El texto es delicioso y muy típico del siglo XIX. Es un repaso a toda la trayectoria profesional del gran contrabajista desde su entrada en el conservatorio. A Lisei le debemos la anécdota del descubrimiento del contrabajo Testore por parte de Bottesini.
Nos explica el editor italiano que Bottesini, avisado por un contrabajista amigo suyo, fue a un teatro de marionetas, interesado por un contrabajo supuestamente abandonado en sus almacenes. Encontraron efectivamente el contrabajo sepultado bajo una montaña de títeres, atrezzo y todo tipo de artilugios inservibles. Bottesini pagó el instrumento con dinero en parte prestado por un familiar y también de lo que había ganado como premio de interpretación conseguido al finalizar sus estudios en el conservatorio. Una vez adquirido el contrabajo, lo llevó a su casa, lo limpió, le puso cuerdas y pasó literalmente todo el día tocándolo hasta que al final se desmayó de cansancio...
Ese teatro de marionetas- el "Fiando" según Lisei-, en realidad se llama Gerolamo. Fiando era un actor de marionetas y promotor que pagó la construcción del teatro y fue su primer director, de ahí puede venir la confusión, ya que a finales del s. XIX se lo conocía como Teatro Fiando, aunque ya había pasado a manos de otro director. 

Teatro Gerolamo.

Otro dato de interés es que el teatro, todavía hoy en funcionamiento y de muy recomendable visita, se construyó en 1868, una fecha en la que Bottesini contaba ya 47 años. En algunas fotografías del virtuoso con su instrumento, vemos a un jovencísimo Bottesini, que no creo que contase más de unos veinte y pocos años.

Por lo tanto, podría ser que el instrumento lo encontrara en un teatro distinto al Gerolamo, o tal vez en otro lugar mucho más prosaico, pero que Lisei en un intento de darnos una historia más del gusto del lector romántico, nos sitúa en un teatro de marionetas viejo y destartalado... (?) De cualquier forma, el encuentro debió producirse y la devoción que mostró el virtuoso por este instrumento fue total, ya que no se despegó de él nunca más. Cuentan que Bottesini, en el lecho de muerte, en sus últimos momentos, mandó a que trajeran el contrabajo a su habitación, quizá para estar, en ese momento difícil, cerca del gran compañero con el que había compartido tantas noches gloriosas. Pocos minutos después, murió. 
En el 200 aniversario del nacimiento de Giovanni Bottesini nos sigue fascinado la intensa vida de un hombre del siglo XIX, que viajó por todo el mundo con su contrabajo y escribió música bella y de enorme dificultad que hoy, dos siglos después, sigue marcando el techo y el estándar del virtuosismo en el contrabajo clásico.


Bottesini en una caricatura de la época.


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